Las comparaciones han sido inevitables. Estas dos producciones europeas están separadas por diez años de evolución (o involución, según se mire) cinematográfica, pero sus paralelismos son tan claros que es lógico pensar en una cuando se ha visto la otra. Quizá sea porque ambas han tratado la misma temática, y además lo han hecho desde un punto de vista diferente: el de los ojos inocentes de un niño que no puede entender ni asimilar aún la barbarie propia del capítulo más grotesco de nuestra historia más reciente. Ambos títulos nos intentan demostrar algo, nos dan un toque de esperanza pese al trágico final que poseen las mismas: que aún es posible el crecimiento de una flor en el terreno más árido inimaginable.
Personalmente, me quedo con "La vida es bella", pero no menosprecio en absoluto la adaptación de la novela de John Boyne. Mi elección se debe a otros criterios más puramente cinematográficos. Creo que ambas películas merecen toda nuestra atención y respeto porque, a fin de cuentas, las dos nos intentan recordar lo mismo: que existen pasados que jamás deberían ser olvidados.
Místico
21/11/2008
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