31 octubre, 2010

"La red social": El fallido oportunismo de David Fincher

Que la historia que nos cuenta David Fincher en "La red social" resulta ser interesante es algo de por sí innegable. Y es que la historia de cómo un puñado de pipiolos (gracias a su envidiable habilidad informática y unas ciertas dosis de talento) consiguen hacerse con uno de los imperios más grandes de todo el planeta, es difícil que pase indiferente a casi nadie. Y lo es aún más cuando dicho proyecto no sólo ha conseguido revulucionar el mundo empresarial de nuestro siglo XXI sino (y esto nos afecta a todos en una mayor o menor medida) ha transformado especialmente la concepción que hasta ahora teníamos de nuestro propio ámbito social.

Tratando este tema
David Fincher apuesta sobre seguro. Tal vez sea por esta razón por la que "La red social" se limita a la narración dura de los hechos, gran parte de ellos producidos en torno a los litigios que envolvieron una idea tasada en 25.ooo millones de dólares, y deja de lado con ello ese talento que en la década de los 90 le encumbró como uno de los directores más prometedores de finales de nuestro siglo.

La última obra de
David Fincher puede presumir de muchas cosas, entre otras haber sido la primera gran producción en subirse al carro de las redes sociales, pero difícilmente pararía el corte de no estar tan de moda el mismo tema a tratar. Y es que "La red social" carece de sentimiento, de emoción, de intención, resulta casi huérfana de espíritu. Asistir a su proyección es leer la biografía de Mark Zuckerberg en las páginas de Wikipedia. Es posible que parte de la culpa no la tenga siquira Fincher. Puede que, simplemente, esta historia no de para más. Su interés es innegable, pero fuera del morbo que produce asistir en directo a las cuchilladas por la espalda que se propinan un puñado de jóvenes estudiantes (especialmente cuando la fortuna que empiezan a manejar se pierde en un océano de ceros) no parece haber mucha más historia que contar.

Y pese a todo, si en esta cinta no leyésemos el nombre de
David Fincher en los títulos de crédito, la propuesta en cuestión sería incluso suficiente, pero cuando tras la cámara se encuentra el director de "Seven" o "El club de la lucha" quedarse con esta sensación al final de la película resulta ciertamente imperdonable.

Místico

31/10/2010

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